Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini Tuo da gloriam (lema templario)
Quizá los sentimientos más nobles quedan obscurecidos ante algunos comportamientos que hacemos o dejamos de hacer. Tal vez solo estemos viendonos nuestro ombligo y olvidemos todo el mundo que gira en rededor nuestro, dispuesto a depararnos todos y cada una de los multiples aspectos que tiene la vida en movimiento.
Sea lo que sea no podemos pararnos («panta rei»), no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque él y nosotros estamos en constante movimiento.
¿Qué quién dice esto?, pues nuestro amigo Heráclito. Natural de Efeso, importante puerto de la costa oriental del mar Egeo, no sabemos la fecha exacta de su nacimiento, pero el apogeo de su vida estuvo en torno al 5OO a. C. Fue, por tanto, contemporáneo de Parménides.
Era descendiente de una antigua familia de sangre real, pero renunció a sus privilegios en favor de su hermano. En sus escritos se nos presenta como un hombre solitario que despreciaba tanto a la masa de sus conciudadanos como a los poetas y pensadores que le precedieron como Homero, Hesíodo, Pitágoras, etc.
Su filosofía insistía en la existencia de opuestos, causantes del perpetuo cambio del mundo, pero sin que se pierda nunca la unidad, porque, realmente, esos opuestos se unen conforme a un principio universal, que él llamó Logos.
Conservamos de él numerosos fragmentos, que según la tradición formaban parte de un tratado seguido, «Sobre la naturaleza», aunque el peculiar estilo en que están escritos parece descartar que se tratara nunca de una obra estructurada. Los fragmentos son sentencias de la máxima concisión, peculiares y de difícil interpretación por lo que ya desde la antigüedad fue llamado «el Oscuro». La más famosa de ellas quizá sea el «panta rei», «todo fluye», que sin embargo no es original del filósofo, sino que debió ser formulado por filósofos posteriores basándose en enunciados como aquel de que «no es posible bañarse dos veces en el mismo torrente».
Aún así tiene frases geniales que pueden ayudarnos en estos momentos:
Todas las cosas se cambian en fuego y el fuego en todas las cosas, así como las mercancías por oro y el oro por mercancías.
Del uno el todo y del todo el uno. El cambio es lo único inmutable en el mundo.

Es decir estamos predispuestos para cambiar, para ser uno y todo, simplemente tenemos que tener la fuerza y las ganas de llevar adelante la empresa.
¿Podemos rendirnos?. ¡Claro! pero también combatir y siempre nos quedará la posibilidad de morir peleando (hoy en nuestras pantallas tenemos 300, donde se recoge la batalla de las Termópilas).
No hay nada como recordarle al enemigo que si quiere nuestras armas, «que venga a buscarlas».
¿Estas dipuesta a pelear?, ¿estas dispuesta a resistir?, ¡alma mia!, quizá necesites recordar a Leónidas
Rula, rula … ruliña

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