Sobre el camino
Caminante no hay camino, es el incio del poema, pero también el inicio de algo que está por construir.
Primero unos pies vacilantes caminan adelante uno tras otro y va creando una senda con curvas, adelante y atras, avanzando, retrocidiendo, subiendo cuestas, bajándolas, pero siempre con un destino, ¿incierto?.
Si y no, al fin y al cabo es un camino que sigue y sigue; y del cual no podemos escapar, no podemos huir porque es nuestro camino. Podemos pararnos a descansar, a no seguir a no avanzar, pero no podemos decir que no este camino, hasta ahora, no lo hemos recorrido (es la duda descartiana, no podemos dudar que estamos dudando).
Hemos hecho un recorrido, más o menos estamos cerca del punto de partida, y de pronto, como de la nada otros pies aparecen a nuestro lado, y solo unos, unos solo se posan sobre los nuestros, un poco más frios, buscando el calor de nuestros pies para reconstruirse, y poder tambien caminar, y no se van de nuestro lado, quieren hacer el camino junto.
Sorpresa, al principio, temor luego, delicia más tarde, ¡ya no estas solo!, ¿pero hacia donde caminar?.
Y comienza el proceso de negociación, comienza el hacer camino juntos, pactando ese camino, juntos pero separados, para dejar correr el aire entre los dos, y a momentos más cerca, al lado, casi parejos, otras veces uno delante del otro (¡no importa quién!).
Sonrisas, lágrimas, llanto, suspiros; alegres o tristes, pero ya no estas solo, estás acompañado, acompsado en tu caminar. Ya solo te falta meterte en los piececitos del otros, insertarte bajo su piel y al unísono sentir lo que siente el otro y el otro sentir lo que sientes tu.
Ya no somos dos, somos uno, guerreros de luz, hechos, en el camino, uno solo.
Somos caminantes.
Rula, rula … ruliña