Sentirse responsable de las situaciones y comportamientos de otros, es algo tremendamente difícil de aceptar. Pero más aún, cuando se siente responsable del dolor de los ajenos, a pesar de que la razón te dicta que no tienes esa responsabilidad directa.
La angustia se apodera de ti de tal manera que hace imposible cualquier otra idea dentro de tu mente. Ese pensamiento te ronda una y otra vez, y otra y otra.
Esperas una palabra de consuelo que venga de cualquier parte y, no llega.
Gritas al cielo que alguien pueda darte la más mínima pista para hacerte sentir algo libre, y no llega.
Miras, esperas, cualquier acontecimiento, un mínimo sonido y solo el sentirte responsable te martillea una y otra vez; y sigues esperando.¿Cuál sería el consuelo? ¿Qué dejaría tu tormento?.
Tal vez la nada o tal vez la simple sensación de que alguien está ahí; pero no llega… y sigues esperando.
Y la angustia deja paso al desconsuelo y este a la nada que te rodea, al vacío, la noche te rodea con su manto impenetrable.
Pasan las horas.
Y sigues esperando.
Y entonces se abre paso por tu mente la idea que el dolor tuyo no es igual al dolor del otro y que consciente o inconscientemente los otros te hacen responsable porque no se unen a ti, no tienen una palabra de consuelo para ti, no hay gesto para ti, no hay un sonido para ti. Los gestos tienen la fuerza del signo y no tenerlos te dicen que eres el «culpable», que tienes que tomar otras rutas tansidas de dolor, de tu dolor no acompañado, y sigues de pie.
Solo te queda tu silencio y tu espera. Solo, te quedas contigo mismo, tu angustia, tu dolor y la esperanza que algún día, algún momento alguien se acordará de ti y te permitirá resurgir de tu interior.
¡Tu!, palabra amiga, palabra hermana, deseo tu fuerza, tu espíritu…
Y solo soy tu válvula de escape.¿Qué otra cosa queda?.
¡La necesidad del encuentro fortuito y la caricia, aunque leve, de las yemas de tus dedos!.
Solo queda esperar tu voz y tu palabra. ¿hasta cuándo? Hasta la eternidad, para el encuentro de luz. Y mientras tanto espero
Rula, rula … ruliña