Amig@ caminante, siempre hay en el camino alguien que quiere compartir contigo sus ideas, sus historias.
De allende los mares me llega lo siguiente que quiero compartir, alguien se nos está acercando a la filosofía budista, aunque siempre anduvo por esos caminos, es bonito, o por lo menos a mi me gustó:
¿Cómo es que llegamos a amar a otra persona?
¿Qué se requiere para que el amor surja en nuestro corazón?
No me estoy refiriendo a esa clase de amor en la cual caemos cuando conocemos a una persona atractiva, simpática o sensual. Esa clase de amor podría no llegar lejos ni durar por mucho tiempo, de hecho podría desaparecer con el primer desacuerdo!
La clase de amor que supone el Amor Inconmensurable es el genuino sentimiento de cuidar y respetar a los demás. Deseamos que ellos sean felices y que puedan obtener todo lo necesario para que sus vidas sean saludables y plenas. También puede ser llamado bondad amorosa.
Son varios los factores que hacen surgir dicho amor.
Uno es darnos cuenta del papel importante que las personas desempeñan en nuestras vidas. A manera de ejemplo, amamos a nuestros padres porque nos dieron la vida y nos dieron el alimento, el abrigo, el amor y la protección que nosotros necesitábamos. Ellos nos consuelan cuando nos sentimos tristes o asustados y si estamos enfermos nos brindan sus cuidados. También amamos a otros miembros de nuestra familia y a nuestros amigos porque con ellos compartimos las alegrías y las tristezas de la vida. Amamos a nuestros maestros porque de ellos aprendemos el conocimiento y las habilidades para poder vivir y manejar los desafíos de la vida.
Pero, ¿amamos al chofer del autobús que nos lleva todos los días al trabajo o al colegio?
Ustedes podrían decir que estoy bromeando, «no le conozco, él es un extraño!» Pero recordemos que el amor es un sentimiento de ser amables y cuidar a los otros. Amar a alguien no necesariamente implica tener una relación cercana. Significa que esa persona nos importa, que apreciamos lo que ella hace por nosotros y que le deseamos felicidad.
Son muchas las personas que contribuyen a nuestro bienestar sin que nosotros seamos conscientes de ello. Si pensamos acerca de lo que han hecho por nosotros, podremos sentir bondad amorosa hacia ellos. Por ejemplo, la comida y la bebida que consumimos cada día nos llegan gracias al esfuerzo de los campesinos, de los transportadores, de los trabajadores en las empresas y de quienes laboran en las tiendas. Las casas, los colegios, las oficinas, los centros comerciales y las carreteras fueron construidos por obreros. Son muchas las personas que trabajan para proveernos de agua, luz eléctrica y servicios públicos. Otros confeccionan nuestra ropa y hacen nuestros muebles, los libros, la música y los cines que nos divierten, así como todos los aparatos que simplifican nuestra vida. En síntesis, todo lo que tenemos, usamos o gozamos, llega a nosotros por otras personas.
Otros seres nos son también importantes desde el punto de vista de nuestro desarrollo espiritual. ¿Cómo podemos practicar la ética (dejar de matar, robar, etc.) sin la existencia de seres a quienes podríamos matar o robar? ¿Cómo cultivar la generosidad si no hubiesen personas necesitadas? Incluso los enemigos son importantes porque incitan nuestra ira dándonos así la oportunidad de trabajar la paciencia, una de las más valiosas cualidades del sendero espiritual. Estas ideas provienen de una meditación conocida como, «Recordando la Bondad de los Demás» y ésta es uno de los mejores métodos para desarrollar el amor inconmensurable.
Otro lugar que da lugar al amor inconmensurable, es darnos cuenta que todos los seres son lo mismo, en cuanto que quieren la felicidad y no quieren el sufrimiento. Para esto existe una meditación llamada «La igualdad de uno y los demás».
Uno piensa, «de la misma manera como yo quiero permanecer vivo y ser feliz, igualmente todos los otros quieren lo mismo. Así como yo no deseo tener dolor ni tener problemas, nadie tampoco quiere tenerlos». Este pensamiento puede utilizarse para superar el miedo o la aversión hacia personas que nos parecen extrañas o que se compartan mal. Nos ayuda a comprender que en esencia, ellos son tal cual como somos nosotros.
Más aún, todo ser tiene la naturaleza del Buda, el potencial para ser libre e iluminarse. Incluso aquellos que no viven éticamente y hacen muchas acciones malas tienen un naturaleza pura y buena y les llegará el día (tal vez luego de muchas vidas) en que obtendrán la iluminación. Si podemos aceptar esas ideas y las mantenemos presentes siempre que nos encontremos a otro ser viviente, entonces en lugar de sentir, «tú eres diferente a mí» sentiremos «tú eres como yo soy» y la bondad amorosa emergerá en forma natural.
El amor también incluye desear que todos tengan las causas de la felicidad. Esto significa que deseamos que ellos cultiven actitudes sanas y positivas y un comportamiento acorde. Si les damos dinero, comida y somos amables, éstos satisfarán sus necesidades del momento, pero no asegurarán su felicidad futura. Una persona podrá tener aquí y ahora, todo lo que necesita para ser feliz, pero si no vive en forma ética y a cambio actúa haciéndose daño a sí mismo y a los demás, lo que le esperará en el futuro será sufrimiento y ausencia de felicidad. De allí que también necesitemos ayudar a las personas para que creen las causas de la felicidad y eviten las causas del sufrimiento.
El amor que desarrollamos debe ser puro y libre de egoísmo, sin que esperemos nada a cambio. El amor puro es similar al amor que una madre siente por su hijo. Cuando el niño es joven la madre se siente feliz de poder ayudarle en todas sus necesidades aun cuando el niño no pueda darle mucho a cambio. Por otro lado, si amamos a las personas sólo mientras ellas son amables con nosotros, pero dejamos de amarlas cuando dejamos de obtener lo que queremos, nuestro amor no será puro sino que estará mezclado de apego y egoísmo.
Este amor se llama «amor condicionado» porque supone exigencias y expectativas. Entre menos centrados estamos en nosotros mismos, más puro e incondicional será nuestro amor.
El amor puro también trasciende barreras. No está bien pensar, «amo a mis hijos pero no a los otros niños» como tampoco, «amo a la gente de mi país pero no a los de otros». No será bueno pensar, «soy un budista y por consiguiente amo a los budistas mas no a los cristianos o a los musulmanes» como tampoco, «seré amable con los humanos pero no con los animales ni los insectos». Amar y ayudar sólo a los de nuestra raza, religión, sexo o país es limitarnos. Si le negamos así sea a un solo ser nuestro amor, este no se ha desarrollado del todo, no es inconmensurable amor.
¡Nos puede preocupar que tengamos suficiente amor para nuestra familia y amigos pero no tenerlo para cada uno de los seres vivientes! Si trato de amarlos a todo quedaré exhausto! Pero no es necesario que nos preocupemos al respecto. El amor es una energía inagotable. Aprender a ser más amoroso es como descubrir en nosotros una fuente inagotable: no importa cuanto amor demos siempre brotará más. Son nuestro egoísmo y nuestra limitadas formas de pensar las que constriñen el flujo del amor. En la medida en que los vayamos disminuyendo nuestra habilidad para amar aumentará.
También debemos cuidarnos y evitar la situación opuesta: desarrollar la bondad amorosa hacia todos los seres y pasar por alto a los que tenemos cerca. A veces sucede que tenemos una meditación muy calmada sobre el amor hacia todos los seres pero tan pronto terminamos de meditar tratamos con rudeza a nuestros familiares, amigos o colegas.
Para desarrollar nuestra práctica del amor en forma apropiada debemos comenzar con las personas con quienes vivimos y con quienes compartimos diariamente. Gradualmente iremos extendiéndonos a otro seres a lo largo y ancho del planeta, a seres de otros reinos y de galaxias distantes!

Me dicen que es extraído de otros sitios, pero por lo menos es algo que nos hace reflexionar…
Rula, rula, … ruliña

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