Existe un tú, que es el que el resto del mundo ve.
Y luego está el tú que realmente, verdaderamente tú eres.
A veces puedes llegar a preocuparte demasiado por tu imagen y por lo que los demás piensan.
Y esa bella persona, el verdadero ser humano que está en tu interior queda reprimido, ahogado bajo todo aquello.
Hay tanto más en ti mismo que lo que la gente ve.
Y si prestas atención, podrás sentir a esa persona dentro de ti anhelando estar viva de verdad.
El tú que tú realmente eres no está allí para causar dolor, sino para sentir plenitud y alegría.
El dolor proviene, de hecho y en la mayoría de los casos, de mantener escondido al verdadero yo.
Podría parecer que el éxito exterior requiere que mantengas a tu verdadero yo reprimido y olvidado.
Pero cualquier cosa que puedas conseguir negando quien tú realmente eres terminará siendo algo vacío, carente de sentido y por lo que no valdría la pena el esfuerzo.
El verdadero éxito llega cuando lo que está en el exterior encuentra fuerza y sustancia en lo que yace en tu interior.
La vida tiene verdadero sentido cuando lo que haces está basado en quien tú sabes que de verdad eres.
“No busques fuera. Vuelve hacia ti mismo. En el interior del hombre habita la verdad. Y si hallas que también tu propia naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo.” (San Agustín)
rula, rula … ruliña