En un viaje reciente en un autobús me encontré en medio de una conversación sobre el valor de la filosofía hoy. ¿Podría ayudarnos la filosofía a criara a nuestros adolescentes?. No, no eran dos madres «filósofas», licenciadas o graduadas en tal materia. Eran dos madres que recordaban lo aprendido en clases con una monja de su colegio, recién fallecida. Esto me ha llevado a la siguientes reflexiones.
En medio de gritos, portazos y silencios incómodos, muchos padres de adolescentes con comportamientos desafiantes se preguntan si están haciendo bien las cosas. En esos momentos de duda, la filosofía – sí, esa materia que muchos vimos en el instituto (o en los colegios) y luego olvidamos – puede ofrecernos respuestas más útiles de lo que imaginamos. En concreto, las ideas del filósofo Immanuel Kant pueden ayudarnos a revisar cómo educamos, corregimos y nos relacionamos con nuestros hijos. Muchas veces en mi vida profesional he hablado de él en los encuentros grupales, o en la orientación, con padres y madres…
Kant desarrolló una propuesta ética basada en principios firmes, pensada no para situaciones ideales, sino para guiar nuestras acciones en la vida real. Uno de los conceptos centrales de su pensamiento es el de imperativo categórico. Aunque suene complejo, su mensaje es claro: existen normas morales que debemos seguir siempre, sin depender de lo que deseamos en un momento concreto o de si nos resulta cómodo hacerlo. Son reglas que se aplican a todos, en cualquier circunstancia, porque respetan la dignidad y la libertad de las personas.
A lo largo de su obra, Kant formula distintas formas de expresar este principio moral. Cada una nos ofrece una mirada distinta para reflexionar sobre cómo actuamos, también como madres y padres. Aquí las resumimos:
- La Ley Universal: ¿Qué pasaría si todos actuaran como yo? Esta idea nos invita a revisar nuestras decisiones como si fueran una norma que todo el mundo pudiera seguir. En la crianza, esto se traduce en actuar con coherencia, con reglas justas y claras, evitando castigos impulsivos o contradictorios.
- La Humanidad como fin: Esta formulación nos recuerda que nunca debemos usar a otros como instrumentos para conseguir lo que queremos, ni siquiera a nuestros propios hijos. Ellos no están aquí para cumplir nuestras expectativas, sino para desarrollarse como personas autónomas. Criar con esta idea en mente implica respeto, escucha y vínculos sanos.
- El Reino de los fines: Finalmente, Kant nos propone que vivamos como si nuestras acciones ayudaran a construir una comunidad ideal donde todas las personas se respetan y actúan con responsabilidad. En el hogar, esto significa educar a nuestros hijos para que no solo sigan reglas, sino que también participen en crearlas, comprendan su sentido y aprendan a vivir en comunidad.
Desde un enfoque sistémico (1), estas ideas no se aplican solo al adolescente que “se porta mal”, sino que nos invitan a mirar el conjunto de relaciones (y de comunicaciones) dentro de la familia. Nos interpelan como adultos y nos recuerdan que educar no es solo corregir conductas, sino formar personas capaces de pensar, decidir y convivir.
Este breve repaso por la filosofía kantiana no pretende, ni siquiera por aproximación, complicar la crianza, sino todo lo contrario: ofrecernos un marco ético que nos dé claridad y sentido.
En las próximas entradas vamos a explorar cómo cada una de estas formulaciones puede ayudarnos, de manera práctica, a enfrentar situaciones difíciles con nuestros hijos adolescentes y a crecer como familia en el proceso.
(1) El enfoque de mi trabajo profesional ha estado regido por los principios de la orientación y terapia sistémica.