Tenemos un camino

¿Cuántas veces hemos permitido que las opiniones de otros moldeen nuestras decisiones?

¿Es realmente posible tomar las riendas de nuestro propio destino en un mundo lleno de expectativas y presiones externas?

En la travesía de la vida, especialmente durante la adolescencia, es común encontrarse en la encrucijada de seguir la corriente o forjar un propio camino. La frase «No dejes que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer. Tú eres el único dueño de tu destino y el único responsable de tu felicidad» es una llamada poderoso a la autodeterminación y la responsabilidad personal. Este concepto no solo desafía las limitaciones impuestas por otros, sino que también invita a reflexionar sobre la importancia de escuchar nuestra voz interior y perseguir nuestras verdaderas pasiones y deseos.

Tomar control de nuestro destino implica más que simplemente desoír los comentarios desalentadores; requiere una profunda introspección para identificar lo que verdaderamente nos hace felices y lo que deseamos alcanzar en la vida. Es un proceso que demanda valentía para enfrentar los miedos y la determinación para superar los obstáculos. Además, implica la comprensión de que la responsabilidad de nuestra felicidad yace en nuestras manos, y que cada elección que hacemos nos acerca un paso más a la realización personal.

Este camino hacia la autodeterminación no es solitario. El apoyo de la familia, y especialmente de los padres, es fundamental. Grupos de apoyo para los padres o La Escuela de Padres, por ejemplo, juega un papel fundamental al ofrecer a los progenitores las herramientas y conocimientos necesarios para guiar a sus hijos en la búsqueda de su autenticidad, fomentando un entorno donde se valoren la individualidad y la libre expresión.

Un ejemplo práctico:

Lorena (nombre ficticio), una adolescente de 14 años, siempre había soñado con ser bailarina, pero su entorno, especialmente una de sus abuelas que lo había sido, le repetía que era un camino poco realista y poco prometedor. Sin embargo, sus padres, conscientes de su pasión y talento, decidieron inscribirse en una de las academias de baile del barrio, donde aprendieron la importancia de apoyar los sueños de sus hijos, incluso cuando estos parecen desafiar las normas convencionales. La dueña de la academia era una entusiasta del pensamiento sistémico y tenía charlas con los padres de los y las inscritos en sus cursos.

Inspirados por lo aprendido, ofrecieron a Lorena el apoyo necesario para que explorara su pasión por la danza. La familia incluso transformó el garaje de la casa en un pequeño estudio de baile. A través de la danza, Lorena no solo encontró su felicidad, sino que también desarrolló una increíble disciplina y voluntad, que le ayudaron en su faceta escolar.

La historia de Lorena y sus padres es un testimonio de cómo el apoyo familiar, combinado con la convicción personal, puede romper barreras y abrir caminos hacia el cumplimiento de los sueños, reafirmando que cada individuo es, efectivamente, el arquitecto de su propio destino.

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