Resulta desalentador reflexionar sobre la cantidad de tiempo diario que muchas personas invierten en actividades que creen obligatorias, más allá de las responsabilidades esenciales como el empleo o la familia. Estas son tareas asumidas innecesariamente, a menudo por vanidad o desconocimiento.
Consideremos que tan lejos podemos llegar en nuestros esfuerzos por impresionar a los demás o en la satisfacción de caprichos no cuestionados. Séneca, en una de sus renombradas epístolas, apunta a la frecuente servidumbre de los poderosos a sus riquezas, reputación, placeres y hasta a sus siervos, en el contexto romano de la legalidad de la esclavitud, remarcando la vergüenza de la esclavitud voluntaria.
Esta servidumbre se manifiesta de forma constante, ya sea en la persona que no puede negarse a socorrer a un amigo problemático, en el líder obsesionado con el control minucioso de cada aspecto y recurso, o en nuestra asistencia a incontables eventos y reuniones pese a un agenda apretada.
Es saludable evaluar periódicamente nuestras responsabilidades. ¿Cuántas de estas son impuestas por nosotros mismos? ¿Son realmente indispensables? ¿Disfrutamos de tanta libertad como creemos?
Tres preguntas para la reflexión:
- ¿Qué tareas me impongo que podría evitar?
- ¿Estas actividades autoimpuestas contribuyen verdaderamente a mi bienestar o éxito?
- ¿Hasta qué punto soy realmente libre en mi toma de decisiones diaria?
Búscate un lugar tranquilo y toma un tiempo para estar contigo mismo…
¡Buen trabajo!