Hace algún tiempo reflexionaba sobre cómo nos acostumbramos poco a poco a realizar unos comportamientos que podrían tener sentido, o utilidad, en diversas situaciones pero que al cabo del tiempo dejan de tenerlo.
Si a eso le añadimos el intentar soluciones, cuando resolvemos algún problema, que no conducen a nada o que crean más dificultades, y a veces nos enfrascan en «guerras inútiles», el coctel del aumento del problema está servido. O si quieres. cuando nos relacionamos con los otros, la escalera del conflicto está servida.
Por eso intentar soluciones creativas está en nuestras manos. Seguir enfangados en la misma solución o en las soluciones que nos presentan los otros, como algo absolutamente maravilloso, es cosa harto inútil. ¡Busca la alternativa!
Hoy te dejo un cuento sufí que recogí hace tiempo de alguno de mis libros olvidados, la moraleja se la pones tu.
El gato del gurú
Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.