Se acaba el día aunque quedan algunas horas para cerrarlo del todo. Cada quien se habrá quedado con una u otra imagén, o con cualquier anécdota. Pero lo importante es que bajo este paraguas llevamos cuarenta años viviendo con «cierta paz».
Es cierto que queda mucho camino por recorrer, mucho sendero que explorar y cumbres que alcanzar pero por lo menos tenemos unos mojones por los que guiarnos, por los que transitar. Cierto que los podemos alterar, pero también es cierto que si no los mantenemos, al menos como mojones, tarde o temprano cambiar las reglas del gran juego puede devenir en cierta tragedia. Quedan las otras reglas, las que puedan crear nuevas expectativas y realidades de equidad, y de transformación de las grandes desigualdades, que están construyendo una dualización de la sociedad. Esas nuevas reglas las tenemos que pactar entre todos.
No podemos dejar que los palabreros sigan construyendo sus nuevas viviendas, incluso en los caminos reales. Para seguir viviendo en dachas, apartados de los ciudadanos, porque lo hacen para mantener todo igual, dando la apariencia que se está transformando algo.
La gran lección que nos dieron los hombres y mujeres que pactaron la Constitución fue esa, la encontrar la manera de dialogar y construir, pero para cambiar lo más. Nos guste o no estamos aquí porque ellos lo hicieron. Busquemos las nuevas sendas para construir un poco más la comunidad humana.