Este fue uno de los primeros cuentos que utilizamos para hablar del trabajo en equipo y de los elementos que acaban realizando una composición.
En un pequeño pueblo, existía una diminuta carpintería famosa por los muebeles que allí se fabricaban. Cierto día las herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias. Una vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la palabra.
– Queridos compañeros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema?.
– Tienes que dimitir – exclamaron muchas voces.
– ¿Cuál es la razón? – inquirió el martillo.
– ¡Haces demasiado ruido! – se oyó al fondo de la sala, al tiempo que las demás afirmaban con sus gestos.
– Además – agregó otra herramienta -, te pasas el día golpeando todo.
El martillo se sintió triste y frustrado.
– Está bien, me iré si eso es lo que quereis. ¿Quién se propone como presidente?.
– Yo, se autoproclamó el tornillo.
– De eso nada – gritaron varias herramientas -. Sólo sirves si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.
– Seré yo – exclamó la lija –
– ¡Jamás!-protesto la mayoría -. Eres muy aspera y siempre tienes fricciones con los demás.
– ¡Yo seré el próximo presidente! – anuncio el metro.
– De ninguna manera, te pasas el día midiendo a los demás como si tus medidas fueran las únicas válidas – dijo una pequeña herramienta.
En esa discusión estaban enfrascados cuando entró el carpintero y se puso a trabajar.
Utilizó todas y cada una de las herramientas en el momento oportuno. Después de unas horas de trabajo, los trozos de madera apilados en el suelo fueron convertidos en un precioso mueble listo para entregar al cliente. El carpintero se levanto, observo el mueble y sonrió al ver lo bien que había quedado. Se quitó el delantal de trabajo y salió de la carpintería.
De inmediato la Asamblea volvió a reunirse y el alicate tomo la palabra:
– Queridos compañeros, es evidente que todos tenemos defectos pero acabamos de ver que nuestras cualidades hacen posible que se puedan hacer muebles tan maravillosos como éste.
Las herramientas se miraron unas a otras sin decir nada y el alicate continuo: “son nuestras cualidades y no nuestros defectos las que nos hacen valiosas. El martillo es fuerte y eso nos hace unir muchas piezas. El tornillo también une y da fuerza allí donde no actua el martillo. La lija lima aquello que es áspero y pule la superficie. El metro es preciso y exacto, nos permite no equivocar las medidas que nos han encargado. Y así podría continuar con cada una de vosotras.
Después de aquellas palabras todas las herramientas se dieron cuenta que sólo el trabajo en equipo les hacia realmente útiles y que debían de fijarse en las virtudes de cada una para conseguir el éxito.