Recientemente le estaba dando vueltas a como responder a un@ caminante sobre que hacer cuando nos sentimos desanimados, cansados, o cuando parecen que las alternativas fallan.
Cuando estabamos en un intercambio de frases y comentarios cundió el desánimo a pesar de los esfuerzos de ambos por como comenzar a caminar y de pronto recordé algo que hace tiempo me envió otr@ caminante.
Un relojito que acababa de ser terminado por el relojero, fue puesto en una repisa en la bodega, junto a dos relojes mayores que estaban muy ocupados marcando los segundos con su tictac.
Bien- dijo uno de los relojes al recién llegado-. De modo que te has iniciado en este trabajo. Lo siento por ti. Ahora estás dando tu tictac con mucho entusiasmo, pero ya te cansarás cuando hayas marcado treinta y tres millones de tic tacs.
-¡Treinta y tres millones de tictacs!- dijo asustado el relojito-.¡Yo jamás podré hacer eso!
E inmediatamente se detuvo desesperado.
-No seas necio- le dijo el otro reloj en ese momento-. ¿Por qué prestas oídos a tales palabras? La cosa no es así. Lo único que tienes que hacer, es dar un tictac en este momento. Eso es fácil, ¿verdad? En seguida das otro, lo que es tan fácil como el anterior, y así sucesivamente.
¡Ah! Si eso es todo -gritó el relojito-, se hace fácilmente, así que ¡aquí voy!
Y comenzó con nuevo entusiasmo a hacer un tictac a la vez sin pensar en los meses, ni en los millones. Al final de un año, había hecho 33.000,000 de vibraciones sin darse cuenta de ello.
Para llegar al final de un camino, hay que recorrerlo y para hacer esto tenemos que dar un paso, luego otro, luego otro y otro … solo se llega al final si se da el primer paso.
A veces nos olvidamos que si seguimos respirando es que seguimos vivos y cada segundo vivido es una oportunidad para el encuentro.
Rula, rula … ruliña