Tres pensamientos

Ser joven
Sea una persona sin edad. Sí, disfruta la juventud.
El entusiasmo, la energía, los sueños, el amor por el riesgo, la perseverancia en las acciones, todas estas cualidades existen dentro del ser, no importando la edad.
Pero también disfruta ser mayor.
La madurez y la sabiduría, el respeto, la paciencia y la tranquilidad, el amor por la estabilidad.
Al tener todas estas cualidades, estarás acercándote de la perfección y tendrás una vida excelente.
Segundo pensamiento
Tú te dedicas a convertirte en aquello que más practicas.
Cada momento vale por sí mismo pero es también una manera de entrenarse para los momentos por venir.
Practica la amargura y estarás cada vez más amargado, o practica el afecto y serás cada vez más cariñoso.
Practica la paciencia, la concentración, la compasión y el compromiso, y estas cosas se convertirán en aspectos fuertes y valiosos de tu vida.
Los hábitos negativos que desarrollas son destructivos no sólo en el presente.
Te colocan además en un rumbo tal que te hará sentir cada vez más desilusionado respecto del camino que tome tu vida.
Así que en lugar de practicar experimentar desengaño y desesperanza, decide practicar sentir realización y alegría.
En cada oportunidad, reemplaza los patrones de pensamiento negativos y las acciones destructivas por sus contrapartes positivas y constructivas.
Dale a la vida lo mejor de ti en el presente.
No sólo disfrutarás la inmediata recompensa de encontrar un foco positivo para tu vida; te estarás preparando también para construir un futuro aún mejor.

Tercer pensamiento
Nos guste o no normalmente recordamos las cosas que más daño nos han hecho, es como si nos entrenasemos toda la vida para para responder ante los mismos sentimientos de una manera determinada que nos suele hacer daño.
El sentimiento de estorbo, de inutilidad, de poco … lo que tu quieras añadir, parece como una marca indeleble puesta en nuestro pensamiento y en nuestras acciones, que hacen que de alguna manera no nos permitan avanzar y dejar de que la felicidad nos invada.
Deseamos conseguir la felicidad y las pequeñas cosas nos van hundiendo día a día, y alejándonos de aquello que deseamos. Cada día, al levantarnos nos hacemos la promesa de la felicidad, pero vamos derramando su copa, gota a gota y al final de la jornada, solo deseamos el encuentro con el otro para recargar las «pilas agotadas».
Parece que el otro nos da aquello que hemos perdido, cuando en realidad sigue en nosotros mismos y que somos nosotros quienes tenemos la facultad de regenerarnos para seguir mutuamente enriqueciéndonos.
Y esto es lo único que nos permite seguir día a día, momento a momento, a pesar de la distancia.

Rula, rula, … ruliña

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