Primero
Acércate a las personas a tu alrededor con un rostro que refleje tu paz interna.
Habla siempre con palabras adecuadas, sin apresuramientos, sin gritos, con respeto por la individualidad de cada persona.
Si tienes que regañar o reclamar, hazlo con voz calmada y sin ofender, así lograrás que te escuchen y te atiendan.
Recibirás de las demás personas… exactamente lo mismo que les ofrezcas.
Segundo
El precepto «no seas egoísta» encierra un ideal inalcanzable.
Todos somos egoístas ya que siempre hacemos lo que una parte de nosotros desea hacer.
La generosidad recompensa tanto como la avaricia.
El egoísmo no es en sí ni bueno ni malo; todo depende de la forma en que somos egoístas o de si este egoísmo causa bien o causa mal.
Tercero
El pensamiento negativo es, quizás, el más exhorbitante despilfarro imaginable.
Es algo que ningún ser humano debería permitirse.
El precio del pensamiento negativo es algo que jamás se recupera, porque se paga con la vida misma.
¿Cómo puede alguien recuperar un momento, un día o un año vivido en negativo?
Y más allá de las oportunidades perdidas que conlleva, el pensamiento negativo es lisa y llanamente destructivo.
No sirve para nada, a pesar de ser carísimo.
Afortunadamente, el pensamiento negativo es totalmente innecesario.
Y está absolutamente bajo tu control.
No tienes que utilizarlo si no lo deseas.
Y realmente, ¿por qué querrías hacerlo?
No importa lo que se presente en tu camino, tú siempre puedes decidir cómo responder.
Hasta en las situaciones más desesperadas, lo mejor que uno puede hacer es mantenerse enfocado en lo positivo, en aquello que uno sí puede hacer, en la diferencia que uno sí puede marcar.
¿Por qué querría alguien hacer lo contrario?
«No te censures por tus sentimientos»
Rula, rula … ruliña