Quizá nuestro camino se entrecruza en veredas y cañadas. Cuando se hace más estrecho nos encontramos con las corredoiras, pero al fin y a la postre son caminos que otros han hecho para que nosotros los recorramos y avancemos un poco un poco más, siempre un poco más.
Al fondo de él se encuentra una meta, real o imaginada. Meta al fin y al cabo que nos permite retomar fuerzas y continuar, una vez más, recorriendo nuevas rutas.
La ruta de las estrellas, el campus stellae, al final del camino. No pararse, no detenerse y permitirse respiros aquí y allí.
¿Los lugares? ¿los sitios? Aquí y allí donde la palabra «libertad», sea su bandera, «libertade», «ceibe»…
Quizá el grito de guerra que más nos ha unido y desunido, pero en definitiva el anhelo de todos y cada uno de nosotros, sin ataduras, sin miedo a ser uno mismo, …
La ciudad de la Luz, la ciudad de María Pita, …
Rula, rula … ruliña