Jorge Manrique escribió:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados son iguales,
los que viven por sus manos
y los ricos.
Viene esto a cuento porque esta mañana, amig@ caminante, mientras estaba medio adormilado en el autobus, camino al trabajo, soñé con un río. Y de pronto recordé las coplas a la muerte de mi padre de J. Manrique.
Customize LinksNo es que esté pensando en la muerte o en algo que se acaba, sino que la metáfora del río (la vida) me ha gustado.
Mi pensamiento me ha llevado a imaginarme la vida como un río, a veces bronco, como cuando desciende por una cascada, allá en el Alto del Pirineo. Esa vida que parece llevarnos por delante, independientemente de todo lo que hagamos.
Otras camina entre montañas traicioneras, como en la vía Sacra, que nos llevan a lugares tal vez no imaginables.
Pero que en definitiva nos permiten contemplar paisajes diferentes, allí donde creíamos que todo es igual, que nada es inmutable. Permanecen dispuestos para nosotros ideas, sentimientos, colores, olores únicos e irrepetibles.
También podemos encontrarnos, meandros que vuelven y vuelven en una sinfonía de curvas que nos parecen, arrullos de una madre acunando al hijo recién nacido.
O puede que nos encontremos ante la melodiosa voz del río acunado entre choperas, apenas un hilo de esperanza en el valle formado por los verdes prados de esperanzas compartidas.
El río se funde con el paisaje y transmite su cantarina voz haciéndonos recordar las palabras dulces de nuestra infancia, el olor a las cosas más tiernas y queridas de nuestro ser. A las sensaciones transmitidas por los seres más significativos de nuestro nuestro poblado pequeño mundo.
Aunque cualquier piedra pueda intentar parar el cauce, pequeño, pero continuo, no lo consigue porque ese pequeño torrente tiene la vida infinita del tiempo que siempre es un presente, camino de un mañana que se puede construir como deseamos, con quién nosotros deseemos.
Hoy simplemente:
Rula, rula… ruliña