Amig@ caminante, hoy voy a poner en este blog algo que ya has leído.
Lo pongo porque siempre nos puede gustar refrescarnos con una lectura que nos ha hecho bien o que nos permite descubrir nuevos matices en el camino.
Permaneciendo abiertos al amor
De Paulo Coelho.
Existen momentos en los que nos gustaría mucho ayudar a quienes amamos, pero no podemos hacer nada: o las circunstancias no permiten que nos aproximemos, o la persona permanece cerrada ante cualquier gesto de solidaridad y apoyo.
Entonces sólo nos resta el amor. En los momentos en que todo es inútil, aún podemos amar – sin esperar recompensas, ni cambios agradecimientos.
Si conseguimos actuar de esta manera, la energía del amor empieza a transformar el universo que nos rodea.
Cuando esta energía aparece, siempre consigue realizar su trabajo.
«El tiempo no transforma al hombre. El poder de la voluntad no transforma al hombre. Lo transforma el amor», Dice Henry Drummond…
El amor transforma, el amor cura. Pero a veces el amor construye trampas mortales, y termina destruyendo a la persona que decidió entregarse por completo. ¿Qué sentimiento complejo es éste que – en el fondo – es la única razón para continuar vivos, luchando, procurando mejorar?
Sería una irresponsabilidad intentar definirlo; porque, como todo el resto de los seres humanos, yo solamente consigo sentirlo. Se escriben miles de libros, se estrenan obras teatrales, se producen films, se crean poesías, se tallan esculturas en madera o mármol, pero, a pesar de ello, todo lo que el artista puede transmitir es la idea de un sentimiento, pero no el sentimiento en sí mismo.
No obstante, aprendí que este sentimiento está presente en las pequeñas cosas y se manifiesta en la más insignificante de las actitudes que tomamos; por lo tanto, es necesario tener el amor siempre en mente cuando actuamos o dejamos de actuar.
Coger el teléfono y decir la palabra de cariño que postergamos. Abrir la puerta y dejar entrar a quien necesita nuestra ayuda. Aceptar un empleo. Abandonar un empleo.
Tomar la decisión que estábamos dejando para después.
Pedir perdón por un error que cometimos y que no nos deja en Paz. Exigir un derecho que tenemos.
Abrir una cuenta en el florista, que es más importante que la del joyero. Poner la música bien alta cuando la persona amada esté lejos, pero bajar su volumen cuando se halla cerca.
Saber decir «sí» y «no», porque el amor lidia con todas las energías del hombre.
Descubrir un deporte que pueda ser practicado por ambos. No seguir ninguna receta, ni siquiera Las contenidas en este párrafo; porque el amor requiere creatividad.
Y cuando nada de eso sea posible, cuando lo que resta es apenas soledad, entonces acordarse de una historia que un lector me envió una vez:
«Una Rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna venía a posarse en sus pétalos.
La flor, sin embargo, continuaba soñando. Durante sus largas noches imaginaba un cielo donde volaban muchas abejas que venían a besarla cariñosamente. Así conseguía resistir hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del Sol.
Cierta noche, conociendo la soledad de la Rosa, la luna preguntó:
– ¿Tú no estás cansada de esperar?
– Quizás. Pero tengo que seguir luchando.
-¿Por qué?
– Porque si no me abro, me marchitaré.«
En los momentos en que la soledad parece destruir toda la belleza, la única manera de resistir es continuar abiertos.
Releer te permite descubrir nuevos matices, nuevas formas de entender tu caminar, de sentirte atrapado entre los pétalos y libar hasta saciar tu sed de caminante.
Rula, rula, … ruliña