Llevo unos días, amig@ caminante, sin escribir nada, y no es porque no quisiera, sino que ciertas circunstancias me han tenido alejado de estas páginas.
Aunque también es cierto que cierto cansancio me ha «secado» las cosas que deseaba escribir.
El síndrome de la hoja en blanco a todos nos ha pasado y en algunos casos pasa factura. Pero no hay nada como ponerse a la obra y comenzar. Las palabras fluyen a través de mis manos y se convierten, tras el eco del tecleo, en un medio para estar contigo.
Además, amig@ caminante, como por otro lado escojes otros senderos creo conveniente, pararme, reflexionar lo que ha pasado durante estas horas y recrear el camino.
Siempre es bueno hacer un alto y otear el horizonte en busca de nuevos retos y de nuevos caminos a explorar.
Quiero recordarte la frase de Oscar Wilde:
«Las peores obras estan siempre hechas con las mejores intenciones».
El problema es la solución y esto es siempre verdadero. Las intenciones no cuentan, aunque sean buenas, lo importante es seguir aquello que nos muestra el refran castellano: «Obras son amores y no buenas intenciones».
Te recuerdo que para que un comportamiento se convierta en adictivo necesita dos ingredientes básicos. Un comportamiento que se repita y que sea placentero.
Ambas cosas van inseparablemente unidas…
¿Deseas la adicción al camino?
Ya sabes … No importan las intenciones.
¡Hazlo o no lo hagas!, ¡Nada de intentos!
Y cómo le decia Yoda a Luke: ¡Que la fuerza te acompañe!
Voy a parar de este blog porque retomare el diario del caminante en otros senderos y en otras situaciones…
Rula, rula … ruliña