Las cosas pequeñas
En el caminar conjunto a veces olvidamos las «cosas pequeñas», los actos que parecen insignificantes pero que de verdad producen grandes alegrías en el camino.
Debemos comenzar a asumir que cada acción nuestra por pequeña que sea afectará a otros de maneras insospechadas.
Así que transcribo un relato que encontré hace mucho tiempo y que suelo utilizar en mi vida como «titiritero del reino». Narra una experiencia del Rey Ricardo, «Corazón de León»
El Rey Ricardo de Inglaterra, se preparaba para la batalla de su vida.
Un ejército conducido por Enrique, conde de Richmond, marchaba contra él. El combate decidiría el destino de Inglaterra.
Esa mañana Ricardo mandó a un lacayo a consultar al herrero si su caballo estaba listo.
«Ponle pronto las herraduras –dijo el criado-. El rey desea cabalgar al frente de sus tropas»
«Tendrás que esperar –respondió el herrero-. En estos días he herrado a todo el ejército y ahora debo conseguir más hierro»
«No puedo esperar –gritó el siervo, con impaciencia- los enemigos del rey avanzan y debemos enfrentarlos en el campo. Arréglate con lo que tengas».
El herrero puso manos a la obra. Con una barra de hierro hizo cuatro herraduras.
Las martilló, las moldeó y las adaptó a los cascos del caballo. Luego empezó a clavarlas.
Pero después de clavar tres herraduras, descubrió que no tenía suficientes clavos para la cuarta.
«Necesito un par de clavos más –dijo- y me llevará tiempo sacarlos de otro lado»
«Te he dicho que no puedo esperar, ya oigo las trompetas ¿No puedes apañarte con lo que tienes?»
«Puedo poner la herradura, pero no quedará tan firma como las otras»
«¿Aguantará?» -preguntó el siervo.
«Tal vez, pero no puedo asegurártelo»
«Pues clávala –exclamó el siervo- y date prisa o el Rey se enojará con nosotros»
Así el Rey salió con su caballo a luchar. Ricardo cabalgaba en medio del campo de batalla de aquí para allá, alentando a sus hombres y luchando contra sus enemigos.
« ¡Adelante, adelante!» -gritaba lanzando sus tropas a la fiera batalla.
A lo lejos, del otro lado del campo, vio que algunos de sus soldados retrocedían. Si otros los veían, también se retirarían.
Ricardo espoleó a su caballo y galopó hacia la línea rota ordenando a sus soldados que regresaran a la batalla.Estaba en medio del campo cuando el caballo perdió la herradura.
El caballo tropezó y rodó, y Ricardo cayó al suelo.
Antes que el rey pudiera tomar las riendas, el asustado animal se levantó y echó a correr. Ricardo miró en derredor.
Vio que sus soldados daban media vuelta y huían, y las tropas de Enrique lo rodeaban.
Agitó al espada en el aire.
«¡Un caballo! –gritó- ¡Mi reino por un caballo!»
Por falta de un clavo, fue que la la herradura se perdió,por falta de una herradura, que el caballo se perdió,por falta de un caballo, fue que el caballero se peredió,por la falta del caballero,fue que la batalla se perdió,y así como la batalla,fue que un reino se perdió. Y todo porque fue un clavo el que faltó.