Olobog
El lobo presenta una especie de comensalismo que hace de él un animal al cual la especie humana puede mirarse para reencontrar algunos de sus valores perdidos en el proceso de hominización.
Alguno podrá sentirse herido en lo más profundo pensando que yo estoy comparando al lobo y al hombre, poniendo a este como un desecho de «maldades».
Pero acaso no es el mismo Hobbes quien afirma que en el «estado de naturaleza» el hombre vive una guerra de todos contra todos. «El hombre es un lobo para el hombre.»
Pero, al mismo tiempo, este mismo hombre, incluso en el estado de naturaleza, sigue siendo un ser racional y tiende a superar el desorden y la inseguridad.
Con el fin de lograr su seguridad y superar el peligro que el estado de naturaleza implica, los individuos ceden sus derechos en favor de un tercero, surgido de este contrato: el Estado o la República (también llamado «Leviatán»).
Para que este acto tenga sentido, la sesión de derechos al Estado debe ser definitiva. Los derechos no pueden ser recuperados. El Estado es, por lo tanto, omnipotente. Este Estado soberano es la fuente única del derecho, la moral y la religión. Al respecto dice Hirschberger que “el Estado de Hobbes viene a ser un hacinamiento de poder resultante del egoísmo colectivo”.
Al pretender aplicar al estudio de la sociedad los principios que la Física utiliza para explicar el mundo inanimado se adelantó tres siglos a la Sociología de Comte y Durkheim. Hobbes entendía que, así como el impulso mecánico y el choque son los factores determinantes del movimiento de los objetos físicos, así en la vida social lo son la utilidad y el apetito de poder.
Quizá nos hemos olvidado de leer un poco y embotados por ese «nuevo dios al que hemos puesto un altar en cada casa», nos olvidemos de mirarnos a los ojos, juntos, tumbados un@ frente a otr@ y caminar juntos, creando la senda juntos para dejar de lado nuestro miedo individual y hacerlo colectivo. Aunque sea a base de «dinamitazos»
Rula, rula, … ruliña