Me pides amig@ caminante una prueba.
¿Quieres que se te hiele el corazón? Escucha.
Y si simplemente quieres ponerte a tono, pincha aquí.
El sonido del aullido o el sonido del gruñido, puede ponernos en tensión, pero la verdad es que el lobo es nuestro eterno acompañante, es quién primero nos ha acompañado, lo hemos domesticado, es nuestro guardián y sigue acompañandonos en sus descendientes.
Lo importante es que hace el camino con nosotros y no lo creemos. es como cuando no acabamos de aceptar que otro caminante nos acompaña por el gusto, placer o necesidad de acompañarnos.
Tal vez lo dificil sea aceptar que alguien nos quiere por ser quienes somos, simplemente por el gusto de estar con nosotros en camino o por la necesidad de sentirse acompañado él o ella mism@.
Y existe porque existe el amor incondicional, como en otra parte ya se escribió consiste en la actitud de ayuda generosa a los demás, de servicio desinteresado, de oblación gratuita para el bien de todos.
Esta actitud exige frecuentemente el sacrificio de los propios intereses, anteponiendo a ellos el bien y la ayuda al prójimo.
Este amor tiene la característica de que entre más da la persona, más se encuentra realizada ella misma; esto es un misterio, es una realidad comprobada por la experiencia: cuanto la persona más se olvida de sí para favorecer a otros, más, verdaderamente se realiza ella misma. Tanto somos cuanto damos.
El amor incondicional es una relación «yo-tu«, es decir entre personas; es un encuentro fecundo entre dos sujetos libres que se reconocen y respetan como tales. No hay manipulación, no se busca posesión ni dominio.
Significa aceptación sincera, deseo de ayuda sin condiciones a la persona amada.
Este es el amor más humano y más humanizador. Es además un acto de libertad, pues ayudar, servir, comprender, respetar, dar, perdonar, son acciones que uno decide realizar libremente. Por eso este amor incondicional, constituye la relación más profunda y fecunda que puede existir entre las personas.
Características del amor incondicional:
- No se limita la libertad de nadie; al contrario, se la potencia, invitando siempre a elegir el bien más alto, a superarse, a crecer constantemente.
- Ambos toman conciencia de sus personas y de su dignidad. Se sienten conocedores y conocidos, respetados y respetuosos, amantes y amados: Yo quiero que tú seas tú y tú quieres que yo sea yo.
- No hay asimilación ni posesión, sí hay reconocimiento. Se forma una comunión de personas, es decir un «nosotros», sin perder nada de nuestra singularidad.
Por hoy no filosofo más porque espero el encuentro, único e irrepetible que me permite seguir avanzando en el caminar…
Rula, rula, … ruliña