Una punzada en el estómago que se va haciendo mas y más grande y dolorosa.
Una opresión en el pecho que se hace angustia viva.
Un nudo en la garganta cada vez mayor y se hace riada sobre las mejillas al saltar de los ojos las lágrimas de dolor por la pérdida.
Y de pronto una mano amiga sobre el estómago, una sonrisa y unos ojos brillantes que pronuncian un nombre solo acordado entre dos y ya todo ese dolor se desvanece en un instante como se funde la mantequilla en un molde.
Y entonces los nombre evocados y que surgen desde el fondo del corazón palpitan en tu lengua.
Y solo el contacto contigo y el suave roce de las llemas de sus dedos sirve como tabla salvavidas.
¿Verdad? ¿Me entiendes? ¿Quieres compartirlo?
Y tu anhelada respuesta, es si.
Rula, rula, rula, ruliña