Quizá no calme la sed, pero tampoco la aumenta.
Es esa sensación de necesitar agua y al mismo tiempo de estar totalmente lleno.
Es como si tu cuerpo se resistiera una vez más a entrar en lo más intimo de las sensaciones
y te dijese: ¡me rindo!.
Pero todavía te quedan fuerzas para mirar en tu interior,
para volver a conectar con un intimo ser que a menudo no está en la misma onda.
Necesitas volver dentro de ti y decirte una vez más: Merezco la pena.
Y otra voz te responde por la «mil vez»: Tengo derecho.
Soy libre para adentrarme en los más peregrinos recobecos de nuestro ser
y saltar de gozo en el encuentro con el otro, en el encuentro conmigo mismo.
Y entonces, inevitablemente surge la voz y la sonrisa y los ojos (¡el brillo de los ojos!) del otro,
de mi otro, que soy yo porque es mi complemento.
No queremos a los grandes palabreros
No queremos a los grandes palabreros
queremos a un hombre
que se embarre con nosotros
que ría con nosotros
que beba con nosotros el vino en la taberna
que coma en nuestra mesa
que tenga orgullo y rabia
que tenga corazón y fortaleza
los otros no interesan,
los otros no interesan,
los otros no interesan.
No queremos a engañosos pregoneros
queremos a un hombre
que se acerque a nosotros
que cante con nosotros
que beba con nosotros el vino en la taberna
que sepa nuestras penas
que tenga orgullo y rabia
que tenga corazón y fortaleza
los otros no interesan,
los otros no interesan,
los otros no interesan.