Cuando un pensamiento vuelve una y otra vez sobre sus pasos, como la rueda gira sobre si misma, parece que el mundo quedase suspendido en un instante y solo ese pensamiento fuera lo único que existiera en la vida.
No califico el pensamiento, porque sea positivo o no, ocurre siempre.
Es como el tigre dispuesto a saltar sobre su presa, le muerde en el cuello, le quita el resuello, espera su lenta agonía y lo arrastra para devorarla.
Así nuestros pensamientos nos vuelven a devorar, una persona muy querida me hablaba de la «negra sombra» de Rosalía de Castro. Y es cierto: «cuando pienso que te has ido… al pie de mi cabezal vuelves para haceme mofa». «En todo estas y tu eres todo».
Y cuando los pensamientos son positivos el alma queda alimentada por un tiempo. Suspendida en un etéreo y continua su recorrido por los montes y valles de esta vida, de esta historia.
No sé si eso es posible pero quisiera alimentar mi pensamiento de los todos los positivos, de todas y cada una de las imagenes bellas que mantienen la naturaleza en tal estado que sigue siendo auténtica.
El paisaje, el silencio de un paisaje, allá arriba en el monte, que mantiene intacta su naturaleza y que nos rotetrae a un tiempo no muy lejano y nos hace sentirnos en contacto intimo, es lo que nos puede permitir seguir.
Y si ese contacto se hace piel con piel, al lado del ser querido entonces los pensamientos devoradores que son negativos, dejan de tener la fuerza suficiente para hundirnos y nos permiten transitar por la vida con la esperanza del mañana, con la luz de la libertad, con la fuerza y el atrivimiento del amor.
Rula, rula, ruliña