El camino andado.
Ayer terminaba mi camino y ahora comienzo el de hoy. Gracias por seguir ahí al paso, juntos, espaciados, pero juntos.
A veces se hace difícil percibir todos los matices del caminante, porque miramos sólo a nuestro alrededor sin pararnos a pensar que tenemos necesidades, largamente ocultadas, que afloran de vez en cuando, aquí y allí.
Sólo un compañero del camino, atento, porque para él somos una parte importante (independientemente de su propia manera de mirar) de su propio caminar, puede llegar a detectar nuestro ser que vibra al compás del camino.
Muchas veces atentos a lo que nos rodea nos olvidamos que somos seres de luz y que necesitamos recargar nuestra energia en alguna fuente que pueda alimentarnos y ayudarnos a seguir iluminando nuestro alrededor. Pendientes de ese caminar escogemos cualquier enchufe y descubrimos que no solo no nos alimenta, sino que va provocando un corticircuito en nosotros. Y poco a poco nuestra energía se va debilitando, sin que nadie, salvo ese compañer@ de camino pueda rescartarnos del pronto cortocircuito que está a punto de acaecernos.
¿Y nos salva? a veces, es un objeto que nos lleva a nuestra infancia lo que hace que descubramos que como seres luminosos perdemos brillos. ¡Cuanto bien hacen los muñecos de peluche! Todos deberíamos tener uno para abrazarlo contra nuestro seno y volver a revivir aquellas caricias con las que siempre hemos soñado, para poder de nuevo renacer como adultos en un estado de plena armonía con nosotros mismos y con nuestro espiritu, para poder seguir transmitiendo la luz a los demás.
Gracias pequeño elefante, pequeño oso, pequeño perrito, … pequeño peluche que nos permites volver a la senda del camino cual eternos caminantes en busca de una diana, de un destino: ser un@ mism@, la felicidad…