Sobre las caricias
Uno de los «abcs» de la vida es que necesitamos el cariño de los demás. Si no nos sentimos amados huimos constantemente, o nos introduccimos en nuestro caparazón a la espera que el dolor que tenemos a nuestro alrededor y en nosotro mismos nos invada lo menos posible. Y en situaciones concretas esto es muy dificil.
¿Pero que ocurre cuándo el cariño nos es dado? Pues somos tan «humanos» que en ocasiones nos es dificil aceptar que los otros nos lo dan gratis, o casi gratis. Pensamos que tenemos que pelear por él, o que los otros buscan «algo más».
El cuento de las Pelusas es una buena metáfora de los sufrimientos que nos autoinfringimos, perdiendo la posibilidad de que la felicidad invada todo nuestro ser y que el caminante que tenemos al lado pueda ser nuestro autentico compañer@ de viaje.
O este taller de CARICIAS
Por favor, tócame
Sí, soy tu bebé
Tócame.
Necesito tanto que me toques.
No te limites a lavarme, cambiarme los pañales y alimentarme,
Acúname cerca de tu cuerpo, besa mi carita y acaricia mi cuerpo.
Tu caricia relajante y suave expresa seguridad y amor.
Si, soy tu niño,
Tócame.
Aunque yo me resista y te aleje
Persiste, encuentra la manera de satisfacer mis necesidades
El abrazo que me das por las noches endulza mis sueños
Las formas en que me tocas durante el día me dicen como te sientes
Si, soy tu adolescente,
Tócame.
No creas que, porque sea casi adulto, no necesito saber que aun me cuidas.
Necesito tus brazos cariñosos y tu voz llena de ternura.
Cuando el camino se vuelve duro, el niño que hay en mí te necesita.
Si, soy tu amigo,
Tócame.
No hay nada que me comunique mejor tu cariño que un abrazo tierno.
Una caricia curativa cuando estoy deprimido, me asegura que me quieres, y me informa que no estoy solo.
Y tu contacto pudiera ser el único que logre.
Si, soy tu compañero sexual,
Tócame.
Podrías creer que basta la pasión
Pero solo tus brazos rechazan mis temores
Necesito tu toque de ternura que me da fé, y me recuerda que soy amado porque soy como soy.
Si, soy tu hijo adulto
Tócame.
Aunque tenga mi propia familia para tocar
Aún necesito que me abracen mamá y papá cuando me siento triste
Como padre yo mismo, mi visión ha cambiado
Y los valoro aún más.
Si, soy tu padre anciano
Tócame.
Como me acariciaban cuando era pequeño.
Coge mi mano, siéntate cerca de mí, dame tu fuerza
Y calienta mi cuerpo cansado con tu proximidad.
Mi piel está arrugada, pero goza cuando es acariciada.
No tengas temor, Sólo tócame.
Tomado de «El poder del Tacto. El contacto físico en las relaciones humanas» de Phyllis K. Davis. Editorial Paidós Ibérica
Te deseo, caminante, que tu camino y tu compañer@ seaís uno y disfruiteis el uno del otro a pleno día o a plena noche.
Tu, caminante solitario, recuerda que tus pasos crean senda que otros tal vez pisarán aunque les gustaría estar a tu altura, a tu vera para poder juntos conversar, reir, llorar, cantar … simplemente caminar. Es la caricia que te desea dar.
Rula, rula … ruliña.